Entre el trabajo y las prisas cotidianas, es poco el tiempo que le estamos dedicando a fomentar nuestras tradiciones y costumbres en la familia, sin embargo si queremos progresar como nación, debemos consolidar nuestra identidad.
La identidad cultural es necesaria para el desarrollo, porque ésta es como una huella digital que le permite a un pueblo o una sociedad identificarse, saber quien es, de donde viene y a donde va.
Se ha observado que algunos jóvenes que presentan problemas sociales y personales no cuentan con una identidad cultural establecida; no saben quién son, ni lo que quieren hacer con su vida, carecen de proyectos y poco se identifican con su país, su familia y personas cercanas, por que la identidad cultural es alma, espíritu, amor por lo nuestro, meta común y acuerdo en lo fundamental para lograr el desarrollo. Es identificación plena con el pasado, el presente y el porvenir de una sociedad.
Por eso los países en los que se ha descuidado la verdadera transmisión de la cultura, costumbre y tradiciones son más vulnerables a ser gobernados por grupos arbitrarios, permiten que les impongan nuevas modas y estatutos sin pelear porque no se identifican con la tierra que pisan y por lo tanto no la pueden defender.
Las personas en los países que carecen de solida identidad cultural, prefieren los productos extranjeros, desean ser y vivir como sus países vecinos y contribuyen poco o nada a su propio pueblo, no están dispuestos a alzar la mano para lograr el progreso y hacen muy poco por cuidar la herencia cultural de sus antepasados.
Por eso es tan importancia retomar nuestras raíces y transmitirlas a los más pequeños, para que ellos sean el futuro de un país solido que ame y luche por su país.
Nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar, la lengua que hablamos, nuestras creencias, la comida y el arte, son algunas manifestaciones de nuestra cultura que debemos proteger y cultivar.
Este conjunto de saberes y experiencias se transmite de generación en generación por diferentes medios. Los niños aprenden de los adultos y los adultos de los ancianos.
Aprendemos de lo que oímos, de lo que leemos, de lo que vemos y experimentamos en la convivencia cotidiana.
Mediante la transmisión de costumbres y tradiciones, un grupo social intenta asegurar que las generaciones jóvenes den continuidad a los conocimientos, valores e intereses que los distinguen como grupo y los hace diferentes a otros.
No se trata de no evolucionar y quedar estancados en las tradiciones y costumbres de los antepasados, se trata de crecer en función de nuestras raíces, encontrando como ciudadanos de un mismo país un rumbo que nos conduzca al bien común, pero eso si; amando, venerando y agradeciendo el pasado común que nos forjo.
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