Los mexicanos aman las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir un día cotidiano y cerrarlo con una gran fiesta. Esto mantiene despierta la imaginación y la sensibilidad a flor de piel del mexicano y sus visitantes.
El mexicano se caracteriza por su creativa manera de ver y enfrentar la vida y la muerte.

Existían varios rituales en el México antiguo que rendían culto a los muertos, pues en gran parte de las culturas Mesoamericanas se consideraba a la muerte como la continuación de la vida, no como el fin de algo.
México es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la vida, la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ellas.

Se dice que en épocas prehispánicas las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada con "La Catrina" y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.

El principio común de esta festividad consiste en que la familia se reúne para dar la bienvenida a las ánimas, colocar los altares y las ofrendas, visitar el cementerio y arreglar las tumbas, asistir a los oficios religiosos, despedir a los visitantes y sentarse a la mesa para compartir los alimentos, que tras haber sido levantada la ofrenda, han perdido su aroma y sabor, pues los difuntos se han llevado su esencia. Esto representa nuestra visión sobre la muerte, llena de alegorías y de significados.