martes, 20 de febrero de 2018

Un apego seguro, da como resultado niños emocionalmente sanos

El apego es un tema profundo y muy estudiado, aquí sólo plasmaré algunos puntos que resalten la importancia de brindar un apego seguro a los niños, para lograr el buen desarrollo de su personalidad y carácter. 

"Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas establece un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad” (John Bowlby). 

El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y  le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. 

El estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño, es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo). La adecuada contención de la ansiedad por parte de los cuidadores al regular el sistema emocional favorece el sistema de apego del pequeño. 

El apego debe iniciar desde la preparación para la llegado del nuevo integrante a la familia, estar consientes de lo que implica su llegada y esperarlo con alegría. Durante los primeros años de vida ese vínculo se irá consolidando si somos sensibles a las necesidades básicas del niño, brindándole alimentos, descanso, cariño y protección. 

No debemos confundirnos; la crianza con apego no significa dar todo lo que pide, estamos hablando específicamente de las necesidades básicas las cuales si deben ser cubiertas en todo momento, tampoco significa que un niño no pueda aprender a satisfacer sus necesidades por él mismo, por el contrario; él estará capacitado para ello en la medida que sus padres sean sensibles cuando estas surgen. Los padres deben ser flexibles e idear formas de responder a ellas adecuadamente siempre bajo un clima amoroso y conciliador. Por ejemplo, el bebé que pide estar en brazos, simplemente lo necesita y no lo pide porque “es un mañoso”, si esta necesidad está satisfecha, el bebé más adelante se sentirá seguro al comenzar la etapa del gateo, no pedirá tanto estar en brazos, pero surgirán otras necesidades acordes con su etapa evolutiva.

Los niños a los cuales se les cría con desapego buscarán a lo largo de su vida otras formas de cubrir las necesidades, dando lugar lamentablemente a trastornos mentales y sociales.

En cada etapa irán cambiando las necesidades del niño, pero sin importar la edad siempre deberemos brindar amor, protección y confianza para que se desarrolle feliz y seguro. 



El vínculo de apego tiene un carácter emocional que despierta en nosotros sentimientos de confianza o desconfianza, en función de cómo hemos percibido la relación con las figuras de apego. 

Si un niño desarrolló vínculos de apego seguro con sus padres, es porque reconocía que se preocupaban por él, lo alimentaban, lo cuidaban y no lo dejaban a la deriva, esto le permitirá convertirse en un adulto seguro y capaz de formar relaciones positivas para su vida, de lo contrarío se desarrollan vínculos de apego insanos que se verán reflejados en un adulto inseguro, problemático y confuso. 

Dependiendo la relación que los cuidadores o padres tengan con el pequeño se van a desarrollar distintos tipos de apego. 







Entonces el primer paso para lograr que un niño se convierta en un adulto feliz, sano y con autoconfianza, es desarrollar un vínculo de apego seguro, satisfaciendo las necesidades básicas del bebé. Debes hacer oídos sordos a las sugerencias sobre dejarlo llorar toda la noche para que aprenda que no cuanta contigo de noche y te deje dormir o no lo abraces porque lo vas a mal acostumbrar, enciérralo cuando no te obedezca, etc...
No experimentes con las necesidades de amor, protección, libertad y alimentos, por el contrario debes ser sensible a ellas y cumplir amorosa y responsablemente con ellas, esa es tu responsabilidad como cuidador o padre. 

Hagamos una comparación burda, para aclarar el punto de arriba: 

¿A ti te gusta que te encierren?
¿Como te sentirías? si tuvieras mucha hambre y encontrarás tu refrigerador con candado
Imagina que recibes una noticia difícil de asimilar y al buscar consuelo te rechazan o ignoran para que no te mal acostumbres.

El vínculo seguro garantiza relaciones afectivas positivas, estimula la autonomía del niño o la niña y fomenta una visión positiva de sí mismo y de los demás. Conseguirlo depende de una actitud constante y paciente, de mantener expectativas a largo plazo sobre la relación que deseas tener con tu hijo o hija:
  • Atiende sus necesidades de manera efectiva y averigua qué le pasa lo antes posible. Esto requiere que seas observador cuando es muy pequeño y, más adelante, que mantengas una actitud de escucha y empatía hacia él o ella.
  • Protégele del peligro pero sin ser alarmista. Es muy positivo que transmitas un estado de tranquilidad cuando tu hijo o hija no esté junto a ti.
  • Expresa tu afecto abiertamente, con gestos y palabras, besos y abrazos.
  • Dedica tiempo a jugar con el bebé o el niño. Permítele que establezca su propio ritmo, evita dirigir siempre el juego.
  • Algunos bebés lloran mucho y son fácilmente irritables. Si es así, responde con calidez, procura el contacto físico e intenta calmarle con suavidad.
  • Educar con afecto implica también establecer límites y normas. El niño o la niña necesita orientaciones sobre cómo vivir en familia y cómo respetar los derechos de los demás para vivir en sociedad. 
  • Muestra interés por sus preocupaciones e intereses a lo largo de su desarrollo. Una actitud abierta a escuchar y dialogar garantiza que cuando tu hijo o hija se enfrenten a dificultades no tengan miedo de pedirte ayuda o consejo. 
(Save the Children, 2012)

Cuando el niño o la niña siente que cuenta con una base estable de afecto y seguridad no necesitan permanecer “pegados” a sus padres. Esta tranquilidad les permite alejarse y explorar el entorno, jugar a su aire y aprender cosas nuevas, lo cual potencia el desarrollo de su sistema nervioso y estimula su capacidad intelectual. 
Los expertos sostienen que un niño o una niña que ha desarrollado un vínculo afectivo sano, será más probable que en la etapa escolar pida ayuda a los profesores cuando lo necesite, tenga mayor facilidad para hacer amigos y no perciba los retos que se le presenten como amenazantes. 
Pero esta relación de afecto que proporciona seguridad ni surge espontáneamente, ni se encuentra condicionada totalmente por la biología. Requiere que te involucres a diario, que muestres empatía con los sentimientos de tu hijo o hija y le animes a que confíe en sus capacidades. Así, el niño o niña con apego seguro no teme al fracaso porque sabe que sus padres no le retirarán su afecto si el resultado no es el deseado. Afrontará los retos como una oportunidad para superarse, y no con miedo a decepcionar a los demás si se equivoca. ¡Potencia su autoestima! Conocer a tu hijo o hija y aceptar tanto sus limitaciones como las tuyas te ayudará a resolver los problemas con más facilidad. Somos únicos y especiales, por ello, debes dejar de lado comparaciones y no debes proyectar en el niño o niña ideales sobre cómo debería ser. Esto puede coartar su yo auténtico y provocar sentimientos de rechazo y, por tanto, inseguridad, rabia o tristeza. 
El niño o la niña con baja autoestima puede ser muy manipulable, incapaz de tomar decisiones u opinar, o bien reaccionar de manera violenta ante rivalidades o pequeñas críticas. 
El vínculo afectivo sano, basado en el conocimiento mutuo, la aceptación del otro y la demostración de cariño, proporciona una base adecuada para el reconocimiento y la expresión genuina de emociones. Genera un clima idóneo para la confianza y la comunicación, imprescindible en etapas de crisis como la adolescencia. (Save the Children, 2012)


El fortalecer un vínculo seguro es indispensable en cada etapa de la vida de nuestros niños, a continuación dejó los enlaces para ingresar a dos maravillosas guías para padres; la primera será de utilidad para quienes tienen niños pequeños y fue desarrollada por Sesame Workshop y la segunda abarca las edades de 0 a 18 años y es de Save the Children. (Para abrirlas oprime las portadas) 


          

Artículo escrito por: Psic. Ana Luisa B. 


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